Es 1985, tengo 3 años, duermo siesta como casi todos los niños a esa edad, pero tengo un problema, despierto y al verme sorprendido de haberme dormido y no haber nadie alrededor me pongo a llorar. El llanto dura hasta que aparece mi mamá a consolarme y hacerme entender que no estaba solo.
Luego encontraría la formula para que no llorase. La radio (sí, la radio una vez más) puesta a volumen muy bajo, al lado de la cama y un paquete de galletas Museo sobre la almohada que usaba. Cuando despertaba no escuchaba el atroz silencio que hasta el día de hoy me inquieta a ratos (el temor es de siempre) que me hacía llorar y comía galletas escuchando música.

Una de las que pasó a mi memoria imborrable fue "the winner takes it all" y la semana pasada salió al tarareo habitual a propósito de amigos que me hicieron volver a escuchar Abba. Porque escucho Abba, a veces, pero los escucho, porque un puñado de momentos míos comienzan a flotar cada vez que una como éstas sale de mi parlante.